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Que no te engañen las valoraciones

¿Cómo saber si una acción está cara o barata?

 

¿Cómo saber si una acción está cara o barata?

A la hora de analizar inversiones se habla con mucha frecuencia de si un activo está sobrevalorado o subvalorado. Sin embargo, suelen existir notables confusiones respecto a cómo analizar la valoración de un activo financiero, y un enfoque demasiado simplista al respecto puede llevarnos a equivocarnos gravemente cuando buscamos oportunidades de precio en el mercado.

Herramientas de valoración

El método más consistente desde el punto de vista teórico para valorar un activo es el de los flujos de fondos descontados. Este método implica estimar los flujos que la compañía va a generar en un futuro, y luego descontar estos flujos en el tiempo para obtener el valor presente de los mismos. Así, obtenemos una estimación sobre cuál es el valor intrínseco del negocio.

Por otro lado, esta metodología presenta algunas dificultados importantes desde el punto de vista práctico. Primero, se requieren proyecciones de largo plazo sobre el futuro del negocio, y dado que estas estimaciones conllevan un elevado margen de error, el cálculo del valor intrínseco del negocio acarrea necesariamente un margen de error considerable.

Utilizar ratios de valoración es una metodología más simple e intuitiva. Por ejemplo, se pueden utilizar ratios como precio-ganancias, precio-ventas, o precio-flujo de caja, entre muchas otras posibilidades. El objetivo es comparar diferentes empresas y sus valoraciones frente al promedio de valoración del mercado o contra el promedio de valoración de la industria.

En general, es conveniente prestar atención a diferentes indicadores de valoración para tener una mirada más integral sobre la valoración de las acciones desde múltiples puntos de vista. En el mismo sentido, es importante analizar no solo la valoración actual de diferentes alterativas de inversión, sino también cómo estas valoraciones han evolucionado en el tiempo.

Una de las grandes debilidades de muchos ratios de valoración es que no tienen en cuenta las diferentes tasas de crecimiento. Si una empresa tiene un crecimiento esperado mucho mayor que otra, entonces cada dólar de ganancia en la empresa de alto crecimiento es obviamente más valioso para el accionista. En otras palabras, resulta obvio que la compañía de mayor crecimiento debería cotizar a un ratio precio-ganancias más elevado.

Una buena alternativa en estos casos es recurrir al ratio PEG o precio-ganancias-crecimiento. Este indicador se obtiene dividiendo el ratio precio-ganancias por la tasa de crecimiento esperada en las ganancias (G es por growth, crecimiento en inglés). Al tener en cuenta las diferentes tasas de crecimiento, el ratio PEG puede ser una herramienta más valiosa que otros indicadores de valoración cuando las compañías analizadas ofrecen tasas de crecimiento dispares.

Una mirada dinámica de las valoraciones

Los datos estadísticos demuestran que existe una relación inversa entre los ratios de valoración y el retorno de las acciones en el largo plazo. Es decir, las compañías con valoraciones bajas suelen generar mayores retornos para los accionistas, aunque en los últimos años esta relación no se ha mantenido vigente, ya que muchas de las alternativas más rentables en el mercado han sido los activos de alto crecimiento con valoraciones por encima del promedio.

En buena medida, el retorno superior de las empresas con bajas valoraciones se debe a que el mercado suele exagerar los factores de negatividad. Cuando una compañía atraviesa dificultades o reporta resultados decepcionantes, los precios en el corto plazo suelen caer excesivamente en relación con el valor de equilibro a largo plazo.

Sin embargo, esta relación estadística entre valoraciones y retornos no nos dice demasiado al respecto de cada caso en particular. Comprar una acción solo porque los ratios de valoración lucen atractivos generalmente suele ser un error grave.

Se conoce con el nombre de trampa de valor a una alternativa de inversión que luce excepcionalmente atractiva en función de su valoración, pero, sin embargo, tiene a generar retornos decepcionantes y en muchos casos incluso grandes pérdidas para el inversor.

Cuando los fundamentos del negocio se están deteriorando en forma permanente, entonces los ratios de valoración no son para nada ilustrativos. Es decir, puede ser que el ratio-precio-ganancias sea tentadoramente bajo. Sin embargo, en caso de que las ganancias de la empresa estén en permanente declive, el mercado va a incorporar este dato en la valoración, y es posible que los niveles de valoración jamás se recuperen si la compañía no logra revertir la caída de sus ganancias.

Una buena manera de aproximarse a estas situaciones es tratar de comprender cuáles son las expectativas incorporadas en el precio del activo. Si una acción está barata, esto habitualmente es por algún motivo. La pregunta es, ¿qué piensa el mercado sobre la compañía, y cómo difieren mis expectativas de las expectativas del mercado?

Por ejemplo, puede suceder que un activo caiga abruptamente de precios frente a un reporte de resultados decepcionantes. Si el inversor considera que el mercado exagera, su preocupación y los problemas de la empresa son más transitorios que permanentes, entonces puede considerar que está frente a una oportunidad de compra.

El punto central es que los ratios de valoración pueden ser herramientas muy útiles para la toma de decisiones, pero analizar una inversión a fondo implica ir mucho más allá de una comparación de ratios. Encontrar oportunidades de inversión en activos subvalorados implica detectar situaciones en las cuales el inversor pueda justificar el por qué considera que los ratios de valoración van a aumentar en el futuro.